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Los narcosatánicos de Matamoros

Por Daniel Arocas
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dnlarocasgmailcom/9/9/15
miércoles 22 de octubre de 2014, 12:32h

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El narcosatanismo es una práctica pseudoreligiosa para obtener una supuesta protección a las organizaciones criminales. Se realizan para ello rituales de origen afroamericano en los que se utilizan animales y/o personas para sus sacrificios.
Adolfo de Jesús Constanzo creció en un ambiente nada favorable para tener una buena vida. Hijo de inmigrantes cubanos, nació en Miami el 1 de noviembre de 1962 y fue bautizado por el rito del “palo mayombe”, una religión de origen congoleño practicada por los esclavos llegados a Cuba en época colonial.

La madre de Constanzo era practicante de esta religión, además ingresaba frecuentemente en prisión por cometer pequeños delitos, como robos y estafas. También practicaba ritos en los que se sacrificaban animales, así Constanzo aprendió de su madre lo que sería después en su edad adulta.

En 1983, siendo ya sacerdote de esta práctica religiosa, se ganaba la vida leyendo las cartas del Tarot. Poco a poco va obteniendo clientes de clase influyente a los que también “vende” rituales por más de 4.000 dólares, en los que se sacrificaban animales. Sus principales clientes son poderosos narcotraficantes que acuden a él para obtener protección y así hacerles esquivos de la justicia.

En 1987 conoce en Matamoros a Sara Aldrete, que se convertiría en su mano derecha. Esta ciudad fronteriza con Estados Unidos sería la nueva residencia habitual de Constanzo y su banda. A partir de ese momento comienzan a desparecer personas en aquella zona en extrañas circunstancias.

En marzo de 1989 desaparecía Mark Kilroy, un joven universitario estadounidense que se encontraba en la localidad mejicana de viaje de fin de carrera, junto a unos compañeros de facultad. La desaparición del chico crea un punto de inflexión en el que las autoridades mejicanas no tienen otro remedio que iniciar investigaciones, dado que Kilroy provenía de una familia con influencias políticas en el país vecino. Así, unos días después son detenidos dos miebros de la banda narcosatánica, los cuales delatan a la policía a Constanzo y Sara Aldrete, confesando que secuestran a personas sacrificándolas para sus rituales. Poco después, en un registro efectuado en el rancho de Constanzo se encuentran quince cadáveres, entre los que se encuentran los restos de Mark Kilroy. También vestigios que señalaban que allí se realizaban sacrificios humanos, como la extirpación de miembros genitales, cerebros y otros órganos donde se preparaban caldos y brebajes. Para finalizar los rituales y a modo de trofeos, Constanzo se hacía corbatas con sus columnas vertebrales.

El 6 de mayo de 1989 la policía acorrala a Constanzo y a varios miembros de su organización en un supermercado de Méjico D.F. Tras un tiroteo y viéndose cercado, Adolfo de Jesús Constanzo muere después de ordenar a un miembro de su banda que le dispare.

Sara Aldrete fue detenida y cumple actualmente una condena de 647 años de prisión. Se considera inocente y víctima de un complot policial para salvar a altos cargos de la política involucrados en el narcosatanismo, denuncia que hizo al escribir el libro “Me dicen la narcosatánica”.
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